Ponchadas por el paisaje o El paisaje como vía de construccioón de la utopía
El paisaje como metáfora de nuestras esperanzas y visibilidad de utopías ha sido un tema recurrente en la historia del arte y particularmente en el trabajo de Betsabée Romero (México D.F. 196???). En sus pinturas, instalaciones e intervenciones Betsabée toma imágenes prestadas de la realidad y de otros artistas para construir un sistema de identidad que aglutina a diversas comunidades, urbanas y no urbanas. Su trabajo con carros y sus partes pretende hacer evidente las tensiones existentes en el mundo moderno entre lo natural, lo artificial, la tradición y sus resultados. El automóvil, objeto que representa por antonomasia el desarrollo de la modernidad, es el eje principal de sus obras y preocupaciones; al utilizarlo como un instrumento que se refiere a nuestro supuesto bienestar, al mismo tiempo plantea la idea evidente de nuestras luchas por mantenernos dentro de una noción de progreso evolutivo, aunque este genere basura, contaminación, degradación y accidentes. En contradicción, el automóvil nos transporta, permite el conocimiento y la relación con otros, lejanos o cercanos. Su constitución se acerca, en sus formas y funciones, cada vez más a un ser viviente, a una extensión de nuestro cuerpo. Las llantas, objetos que sostienen y dan posibilidad de movimiento al carro, son retomadas en este caso como un instrumento que plantea, por lo que es y por cómo funciona, la memoria que deja huella y al mismo tiempo se desgasta al transcurrir por caminos y calles.
Ponchadas por el paisaje es una intervención sobre el paisaje francés con otro paisaje, un palimpsesto que empalma la naturaleza y sus perfiles como fondo y una construcción para la reinterpretación de la utopía que nos propone la artista. Unas llantas despojadas de su función real son travestidas con árboles bonsáis y cactus que surgen de sus entrañas para mostrar el triunfo de la naturaleza frente a los logros del hombre moderno. Las llantas degradadas son conquistadas en su material y formas por plantas que en su desarrollo se apropian de un terreno que nos parece infértil e inútil. Una esperanza postindustrial que nos hace voltear, para mirar y retomar, algunos supuestos de los artistas románticos cuando planteaban la escala humana frente a la fuerza y grandiosidad de la naturaleza. No se trata aquí de una visión postapocalíptica, sino de maquetas para la construcción de nuestro futuro, del futuro que no existe y se puede enquistar sobre lo que hoy es cotidiano.